Cómo reinventarse con todo el sabor: una historia real

Leí hace poco en un blog de gastronomía que “la crisis hace conservadores a los ciudadanos y les devuelve a la tradición”. Esta afirmación, según se mire, puede tener interpretaciones muy dispares. Una puede ser que nos aferramos a lo que nos da seguridad y prescindimos de lo superfluo. Otra puede ser que nos cerramos a la innovación, al emprendimiento, a experimentar… Otra podría ser la ideológica. En fin, que cada uno haga su propia reflexión.
Por mi parte, me gustaría compartir con mis lectores (¿hay alguien ahí?) una pequeña historia real que me ha hecho pensar que es posible emprender cuando todo alrededor parece indicar lo contrario. En esta historia hay tesón, pasión, mucho cariño y, por qué no, sentido del negocio. Todo empezó hace un par de años cuando cerró la imprenta en la que trabajaba Isabel. Después de muchos años de trabajo duro Isabel se tuvo que enfrentar a una situación que no parecía especialmente estimulante. Su experiencia en un sector que no estaba pasando por su mejor momento no valía casi nada.
Aún así decidió que había que enfrentar esta situación plantándole cara. Decidió hacer de su pasión -la gastronomía- su forma de vida (me refiero a su forma de ganarse la vida, claro está). Tomó la decisión de hacer nada menos que un máster a distancia en la Universidad de Sevilla sobre ese tema. En paralelo abrió su blog “Con todo el sabor” y una cuenta en Twitter para compartir sus recetas con amigos y familiares. Todos los que estuvimos cerca de ella durante el dichoso master pudimos comprobar su entrega y dedicación, y cómo poco a poco iba germinando en su mente la idea de emprender un pequeño negocio.

Explicado así puede parecer que el proceso fue fácil, pero por el camino tuvo que estudiar muy duro (cuando hacía muchos años –no vamos a decir cuántos- que no lo hacía), hacer prácticas (hacer de becaria cuando tienes edad de ser la madre de una de ellas tiene su miga) y seguir adelante con su vida.

Tras toda esta formación y este tiempo Isabel se ha convertido en una gran chef con título (hasta entonces ya lo era –puedo dar fe de ello- pero sin el título). Hace apenas un par de meses decidió dar el siguiente paso: emprender. Y ahí nos ha vuelto a dar una lección. Podía haberse empeñado en poner un bonito restaurante gastronómico donde mostrar al mundo sus inmensas habilidades en la nouvelle cuisine (que las tiene y muchas) y… estrellarse por no haber sido capaz de entender que quizás éste no es el momento para esa aventura. Podría haberse paralizado ante la falta de financiación, ante la falta de experiencia, ante un contexto de crisis en el que todo y todos parecen decirte que no es momento para arriesgarse. Y, sin embargo, lo hizo y se arriesgó. Su apuesta ha sido la cocina sencilla, tradicional, de la máxima calidad y al mejor precio. Su apuesta se llama El Caño de Alpedrete, un restaurante con años de historia propia del que se ha hecho cargo hace solo unas semanas.
Pero volvamos al inicio de este post: Isabel representa como nadie el espíritu de quien ha sabido reinventarse y entender que emprender significa subirse al tren de las oportunidades; de quien se adapta a lo que el mercado demanda; de quien entiende que hace falta arriesgarse y trabajar duro, muy duro. ¿Qué la crisis hace conservadores a los ciudadanos y los devuelve a la tradición? Pues ahí está Isabel para dar la respuesta adecuada.