Generalmente, cuando tenemos que realizar una presentación en inglés, pensamos que nuestra eficacia comunicativa desciende dramáticamente. Sin embargo, hay otro punto de vista distinto muy interesante: cuando nos vemos obligados a utilizar otra lengua que no es la nuestra, utilizamos un lenguaje más directo y además repasamos una y otra vez la presentación que vamos a realizar (ajustando así mucho más el mensaje).

Lo explica muy bien el gran escritor japonés Haruki Murakami en su magnífico libro «De qué hablo cuando hablo de correr»: «Les sonará raro, pero, precisamente cuando tengo que hablar delante de la gente, me siento más cómodo haciéndolo en mi (por otra parte bastante limitado) inglés que en japonés. Tal vez se deba a que, cuando intento contar algo coherente en japonés, me invade la sensación de que me ahogo en un mar de palabras. Ante mí se extiende una infinidad de opciones, de posibilidades (…). Por eso, cuando intento dirigirme en japonés a una pluralidad indeterminada de personas, ese profuso mar de palabras aumenta mi desconcierto y mi frutración».