Hoy he recibido dos regalos en forma de contenidos relacionados con una de mis pasiones, la comunicación en público, que me gustaría compartir con los lectores de mi blog.

El primero me ha llegado vía correo electrónico desde la otra punta del mundo. Me lo ha enviado un gran amigo y blogger, Rafael Ortiz (@rafaelortiz00). Se trata de un artículo de la revista Esquire titulado “¡La elocuencia, estúpido!” En él se habla de un tema que ya traté hace tiempo en este blog: la superioridad del mundo anglosajón a la hora de hablar en público y cómo el dominio de esta habilidad social es un factor competitivo diferencial.

Al final, ni la economía, ni la inteligencia emocional, ni el doctorado por Friburgo. La cosa consiste simple y llanamente en hablar bien, en tener ese piquito de oro entrenado en el arte de la elocuencia. Para Financial Times, la clave del éxito de las élites profesionales anglosajonas no sólo es que hablen inglés, sino que además lo hablen muy bien. Las destrezas orales de los chicos de Oxbridge son muy superiores a las de quienes se han educado en los sistemas latinos y germanos, más dados a fomentar la expresión escrita. Europa continental intenta corregir esta deficiencia aumentando en las escuelas y universidades los exámenes y pruebas orales. Proliferan también toda clase de cursos para hablar en público”.

El segundo me ha llegado por mensajero y era el libro “Confessions of a public speaker” de Scott Berkun. En esta ocasión, el remitente ha sido Daniel Romero-Abreu (@romeroabreu), CEO de Thinking Heads. Obviamente, todavía no he tenido tiempo de leerlo, pero echando un vistazo he encontrado un párrafo que me ha gustado mucho. Habla de ese primer pico de atención y de la sensación tan especial que se produce cuando va a comenzar una presentación, se hace el silencio entre la audiencia y todo el mundo se fija en el ponente. Sé de lo que habla. Hoy mismo, en una clase que he dado en el Instituto de Empresa, lo he sentido.

There is a moment at every movie, symphony and lecture, right before the show starts, when the entire audience goes silent. All the conversations and rustlings stop, and everyone, at about the same time, falls into quiet anticipation for what is about to happen. This is called the hush over the crowd (…). The 200 unique people with different thoughts and ideas now become one single entity, joining together for the first time to give their unified attention to the front of the room. And the strange part is that the audience gives control over to the unknown (…). It’s an act of respect and an act of hope – and it’s amazing.”

Ambas ideas son tremendamente poderosas. La primera porque evidencia hasta qué punto es importante la comunicación. La segunda porque refleja la magia de un momento que no debemos desaprovechar con una mala práctica.

Gracias a los dos por compartir conmigo la pasión por la comunicación y, por supuesto, por vuestros regalos.

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