La importancia de la palabra hablada en los tiempos de Whatsapp
(Mi artículo publicado originalmente en Nobbot)
El gran pensador Nicholas Carr afirma en su libro ‘Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?’ que Internet “está erosionando la capacidad de controlar nuestros pensamientos y de pensar de forma autónoma”. Yo creo que Internet, sobre todo, está afectando de manera radical a nuestra forma de comunicarnos.
Casi cada día asistimos a fenómenos que cautivan a los medios de comunicación y a sus audiencias relacionados con la comunicación virtual. Que levante la mano quien no haya sucumbido varias veces a un hashtag, a un meme o a un emoji. Todos estos elementos tienen en común un interés por simplificar la comunicación. En sí mismo ese fenómeno no sería malo sino fuera porque está provocando un serio efecto colateral: se está deteriorando nuestra capacidad dialéctica. Es terrible observar cómo muchas personas se comunican en forma de titulares buscando así viralizar su mensaje y abandonando cualquier tipo de argumentación basada en los matices o en los detalles. Seguramente este enfoque sirva para llegar a mucha gente en muy poco tiempo pero tengo serias dudas de la eficacia en términos de influencia.
Pero este problema tiene unas raíces mucho más profundas que se remontan a los tiempos en los que Internet no estaba presente en nuestras vidas. Hablo de una carencia estructural de nuestro sistema educativo que no ha apostado hasta la fecha de manera clara por el desarrollo de las competencias de comunicación oral. No hay más que ver a nuestros líderes políticos y empresariales para saber que su dominio de la oratoria, la dialéctica o del arte de contar historias (también conocido como storytelling) es cuanto menos muy limitada. Y si no que se lo pregunten a la niña de Rajoy.
Muchos pretenden sustituir ese evidente déficit educativo con otras características que de una forma u otra se suelen asociar al carácter mediterráneo. Pero no nos engañemos: aunque ser empático o sociable puede ayudar, hablar en público, como hablar otro idioma, requiere mucho más, empezando por formación y entrenamiento. Para quienes tengan ya una cierta edad afortunadamente existen multitud de posibilidades en el mercado para enfrentar este reto (desde libros hasta seminarios, pasando por muchos recursos en internet). La buena noticia es que si se persevera y se enfrenta de forma adecuada se puede llegar a obtener un nivel aceptable en relativamente poco tiempo.
Pero el reto más importante lo tenemos con nuestros jóvenes y con el sistema educativo en la etapa obligatoria. Aunque algunas instituciones de educación superior como la Universidad Europea apuestan por modelos en los que se integra el desarrollo de estas competencias de manera transversal en todos sus programas formativos, la realidad es que es fundamental que este tema forme parte protagonista de la agenda de la enseñanza primaria.
Hacer concursos de oratoria está muy bien, pero hay que ir mucho más allá: hay que formar a los profesores, hay que integrar estas competencias en todos los cursos y en el mayor número posible de asignaturas, hay que evaluar los avances. Y, sobre todo, exponer constantemente a nuestros jóvenes a situaciones en las que puedan entrenar sus dotes dialécticas y su capacidad para el debate, que buena falta nos hace.
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