Hoy he asistido a una magnífica conferencia de Paul Holmes, editor jefe de The Holmes Report y un auténtico experto mundial en Relaciones Públicas. Durante su presentación, organizada por Inforpress y Dircom, ha derrochado sentido común. Me gustaría compartir en este breve post tres de sus ideas más interesantes y con las que estoy muy de acuerdo:
«Estamos viviendo en una era de transparencia radical«. No estoy muy seguro de que sea exactamente así, pero de lo que sí estoy seguro es de que estamos en un momento en el que cada vez es más difícil ocultar malas prácticas corporativas y en el que es del todo inadecuado practicar la táctica del avestruz. Aún así, a día de hoy, seguimos conociendo responsables de comunicación, de relaciones públicas o incluso máximos directivos de organizaciones que se empeñan en mirar para otro lado, obviar espacios de relación como las redes sociales, y en seguir gestionando la imagen y la reputación corporativa exclusivamente a través de los medios convencionales o incluso a golpe de campaña de publicidad.
«Las habilidades de relaciones públicas son cada vez más importantes para las compañías, lo que es una mala noticia para los CEOs«. Si ya hace tiempo que uno de los fundadores de HP dijo que el «marketing es demasiado importante para dejarlo solo en manos del departamento de marketing», no cabe duda que se puede decir lo mismo de las relaciones públicas. Los CEOs suelen ser líderes de opinión y deben asumir el rol de las relaciones públicas desde el convencimiento de que una buena gestión de las mismas redundará positivamente en la cuenta de resultados y una mala gestión puede llevar a la compañía a la ruina. De nada sirve desarrollar grandes campañas de imagen si no hay un cambio cultural de todos los integrantes de la organización, empezando por su primer directivo. Paul Holmes puso como ejemplo una campaña de una cadena de comida rápida en el que se comunicaba un claim muy atractivo: «Nos encanta verte sonreir». El problema era trascender de la publicidad al comportamiento corporativo de los empleados del restaurante, quienes no habían sido entrenados ni siquiera para mirar a los ojos al cliente. Es decir, una magnífica campaña de publicidad, pero una pésima experiencia de cliente.
«Uno de los mayores problemas de la gente que nos dedicamos a las relaciones públicas es nuestra educación: nos han enseñado en las facultades de periodismo, en lugar de en las escuelas de negocio«. Más claro, agua. Si los responsables de comunicación aspiramos a gestionar de forma coherente y global las relaciones públicas de nuestra organización, hay que tener un profundo conocimiento del negocio. Se acabaron los dircom especializados en la nota de prensa o cuyo único valor añadido es el tener el contacto clave en la redacción del periódico. Tampoco vale el perfil del típico «community manager» cuya máxima aportación es un gran conocimiento de las diferentes herramientas del social media. Esto va de visión estratégica, de añadir valor al negocio, y para eso hay que entenderlo bien y ser partícipe activo del mismo. Como muy bien indicó Paul Holmes, «mientras sigamos midiendo la efectividad de las relaciones públicas en impactos en los medios o fans en la redes sociales y no en términos de negocio, muy mal vamos«.
En fin, como decía al principio, grandes dosis de sentido común que deberían hacernos reflexionar.
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