El reto de comunicar en público

Hay una frase de Seth Godin, el famoso gurú americano del marketing, que me gusta especialmente: “Hacer una presentación es hacer una venta emocional”. En mi opinión, esta afirmación recoge la esencia de lo que debe ser el verdadero espíritu de la comunicación en público.

Tanto si estamos buscando financiación, como si estamos intentando vender nuestro producto o captar talento para nuestro proyecto es fundamental hacerlo desde una perspectiva puramente comercial. Es decir, tenemos que tener claro desde el principio que estamos vendiendo una idea y que queremos que nuestra audiencia nos la compre.

Por ello, la primera pregunta que hacernos antes de realizar una presentación es la siguiente: “¿qué quiero conseguir que haga mi audiencia cuando haya terminado mi presentación?” La respuesta a esta pregunta tiene que ser única y muy sencilla. Por ejemplo: “quiero que compren mi producto” o “quiero que empiecen a verme como un experto en mi materia” o “quiero que inviertan en mi proyecto”.

Una vez aclarado el efecto que queremos conseguir en la audiencia es importante determinar el mensaje fundamental que vamos a comunicar. Si tenemos en cuenta que el ser humano tiene una capacidad de memoria limitada y que nuestra audiencia está recibiendo constantemente mensajes de toda índole, es importante que concentremos en una sola idea fuerza lo que queremos transmitir. Si queremos que nuestra comunicación sea realmente eficaz tenemos que ponérselo muy fácil a la audiencia.

Una forma de simplificar al máximo el mensaje de nuestra presentación es pasarla por el famoso test del ascensor o elevator pitch. Como decía Albert Einstein, “si no puedes explicarlo de forma sencilla, entonces es que no lo entiendes bien”. Esta afirmación, llevada al terreno de la comunicación en público significa que si no eres capaz de contar en medio minuto la esencia de tu proyecto difícilmente vas a poder convencer a otros de que lo compren, lo recomienden o inviertan en él. Así que, manos a la obra.

Llegados a este punto en el que sabemos qué reacción queremos provocar en nuestro público y qué mensaje fundamental queremos comunicar, es el momento de empezar a preparar la presentación  o el discurso. En este punto mi recomendación es seguir el método KISS (Keep it simple & straightforward) o lo que es lo mismo: hacerlo sencillo y directo.

Se trata, por tanto, de no complicar demasiado el tema y de utilizar técnicas de comunicación que ayuden a que nuestro público entienda perfectamente lo que le estamos queriendo decir. Algunas de estas técnicas son muy sencillas como la repetición o las preguntas retóricas. Otras requieren algo más de preparación como el uso del storytelling, la incorporación de citas de personajes relevantes o la utilización de anécdotas personales para reforzar el mensaje.

Me gustaría incidir también en dos aspectos adicionales que son muy importantes: el lenguaje no verbal y el soporte a la presentación (por ejemplo, el power point que suele acompañar a casi todos los emprendedores). Respecto al primer asunto conviene recordar que una parte importantísima de lo que comunicamos se realiza a través de cosas tan dispares como nuestro aspecto (me gusta mucho la famosa cita que dice “nunca tendrás una segunda oportunidad para causar una primera impresión”), nuestros gestos, la energía que mostramos al comunicar, etc. Es fundamental cuidar estos detalles que pueden ser decisivos en el éxito de nuestra presentación.

En cuanto a la presentación me voy a permitir volver a Seth Godin y utilizar el título de uno de los post de su blog: el power point nos convierte en estúpidos para recordar que esta magnífica herramienta está al servicio de nuestra comunicación para hacerla más efectiva y no al revés. Mi recomendación, por tanto, es preparar muy bien nuestro mensaje y sólo cuando lo tengamos ya muy claro y elaborado abrir el Power Point y empezar a construir la presentación de apoyo. 
Para finalizar, una recomendación: hay que ensayar. Si vamos a enfrentarnos a un potencial inversor o a un grupo de clientes merece la pena preparar con tiempo todos los aspectos de nuestra presentación y no dejar nada a la improvisación. Eso implica necesariamente ensayar e identificar las carencias de nuestro discurso para poder tomar decisiones que nos ayuden a obtener los resultados que buscamos.